Una palabra de Amor a Chile
Testamento espiritual del Cardenal Raúl Silva Henríquez.
"Mi palabra es una palabra de amor. He buscado a lo largo de mi vida amar entrañablemente a mi Señor. A Él conocí desde niño. De Él me entusiasmé siendo joven. A Él he buscado servir como sacerdote y como obispo. Si tengo una invitación y un ruego que hacer con vehemencia es precisamente este: que amen al Señor. Que conozcan su palabra. Que lo escuchen en la oración. Que lo celebren en los sacramentos. Que lo sirvan en los pobres. Y que pongan en práctica su Evangelio en la vida de todos los días. Mi palabra es una palabra de amor a la Santa Iglesia. Fue la iglesia doméstica en mi familia, la que me enseñó a orar y a servir. Fue la iglesia la que me educó en el amor y me regaló la fe. Fue la iglesia la que me llamó, por el ejemplo de Don Bosco, a servir a los jóvenes y a los pobres. Fue la iglesia la que me dio grandes responsabilidades a pesar de mis limitaciones. Fervientemente eso les pido: amen a la iglesia. Manténganse unidos al Papa y a sus obispos. Participen activamente en la comunidad eclesial. Tengan misericordia con sus defectos, y sobre todo sepan apreciar su santidad y sus virtudes. Procuren en todo momento que ella proclame con alegría y entusiasmo la buena noticia que su maestro le encargó anunciar a todos. Mi palabra es una palabra de amor a Chile. He amado intensamente a mi país. Es un país en su geografía y en su historia Hermoso por sus montañas y sus mares, pero mucho más hermoso por su gente. El pueblo chileno es un pueblo muy noble, muy generoso y leal. Se merece lo mejor. A quienes tienen vocación o responsabilidad de servicio público les pido que sirvan a Chile, en sus hombres y mujeres, con especial dedicación. Cada ciudadano debe dar lo mejor de sí para que Chile no pierda nunca su vocación de justicia y libertad. Mi palabra es una palabra de amor a los pobres. Desde niño los he amado y admirado. Me han conmovido enormemente el dolor y la miseria en que viven tantos hermanos míos de esta tierra. La miseria no es humana ni es cristiana. Suplico humildemente que se hagan todos los esfuerzos posibles e imposibles, para erradicar la extrema pobreza en Chile. Podemos hacerlo si en todos los habitantes de este país se promueve una corriente de solidaridad y de generosidad. Los pobres me han distinguido con su cariño. Sólo Dios sabe cuánto les agradezco sus muestras de afecto y su adhesión a la iglesia. Mi palabra es una palabra de amor especial a los campesinos que trabajan con el sudor de su frente y con quienes compartí desde mi infancia. En ellos hay tantos valores que no siempre la sociedad sabe apreciar. Quiero pedir que se los ayude y se los escuche. A ellos les pido que amen y que cuiden la tierra como un hermoso don de nuestro Dios. Mi palabra es una palabra de amor a los jóvenes. En los primeros y en los últimos años de mi ministerio sacerdotal a ellos les he dedicado de un modo especial mi consejo y mi amistad. Los jóvenes son buenos y generosos. Pero necesitan del afecto de sus padres y del apoyo de sus profesores para crecer por el camino de la virtud y del bien. La iglesia y Chile tienen mucho que esperar de una juventud que está llamada a amar con transparencia y cuya voz puede ser desoída. Mi palabra es una palabra de amor a mis hermanos y a los sacerdotes que con tanto celo sirven a su pueblo. Doy gracias a quienes colaboraron conmigo en tantas tareas hermosas que emprendimos, primero en la amada Iglesia de Valparaíso, y después en esta muy amada Iglesia de Santiago. A los laicos que lealmente me dieron su amistad y su cooperación les deseo que su trabajo sea comprendido y valorado. Que no se cansen en su servicio. Y que cuiden de un modo especial a sus familias. Mi palabra es una palabra de amor a todos. A los que me quisieron y a los que no me comprendieron. No tengo rencor. Sólo tengo palabras para pedir perdón y para perdonar. Sólo tengo palabras para agradecer tanta bondad que he recibido. A la Virgen Santa me encomiendo, ya que ella es el auxilio de los cristianos. A todos les doy mi bendición en el nombre del Señor". El 9 de abril de 2007 se conmemoraron 8 años de la muerte del Cardenal Raúl Silva Henríquez. Hoy 27 de septiembre de este año se conmemorarán el centenario de su nacimiento. Vaya este mensaje a las personas de buena voluntad en la Tierra, para que las anime a continuar trabajando por construir un Mundo mejor.
Labels: Amor, Espiritualidad, Evangelización, Vida
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