14 February 2007

Declaracion de una etica global



"El mundo está en agonía. La agonía es tan penetrante y urgente que estamos obligados a nombrar sus manifestaciones para que la profundidad de este dolor se pueda ver claramente.
La paz nos elude... el planeta está siendo destruído... los pueblos viven con miedo de uno a otro... las mujeres y los hombres se encuentran enajenados... los niños mueren...
¡Ésto es detestable!
Condenamos los abusos de los ecosistemas de la Tierra.
Condenamos la pobreza que sofoca el potencial de la vida; el hambre que quita fuerza al cuerpo humano; las disparidades económicas que amenazan a tantas familias con la ruina.
Condenamos el desorden social de las naciones; la indiferencia para la justicia que oprime a los pueblos; la anarquía que se adueña de nuestras comunidades; y la locura que da muerte violenta a los niños. En particular condenamos la agresión y el odio en el nombre de la religión.
Pero esta agonía no tiene por qué existir.
No tiene que ser así, porque la base para una ética global ya existe. Ésta ética brinda la posibilidad de un mejor orden individual y mundial, que guía a los individuos a salir de la desesperación y libera a las sociedades del caos.
Somos mujeres y hombres que habemos abrazado los preceptos y las prácticas de las religiones del mundo.
Afirmamos que las enseñanzas de las religiones del mundo ofrecen un conjunto común de valores, los cuales constituyen la base de una ética global.
Afirmamos que esta verdad ya es conocida, pero que aún nos falta vivirla de corazón y de acción.
Afirmamos que hay una norma irrevocable e incondicional para todas las áreas de la vida, para familias y comunidades, para las razas, las naciones, y las religiones. Ya existen antiguas directivas para el comportamiento humano, que se encuentran en las enseñanzas de las religiones del mundo, y que proveen las condiciones para un orden mundial sostenible.
Declaramos que:
Somos interdependientes. Cada uno de nosotros depende del bienestar del todo, y por tanto tenemos respeto para la comunidad de seres vivientes, para los humanos, los animales y las plantas, y para la preservación del planeta, del aire, el agua, y la tierra.
Tomamos responsabilidad personal por todo que hacemos. Todas nuestras decisiones y acciones, tanto como nuestras desganas de actuar, tienen consecuencias.
Debemos tratar a otros como deseamos que otros nos traten a nosotros. Prometemos respetar la vida y la dignidad, la individualidad y la diversidad, para que cada persona sea tratada humanitariamente, sin excepción ninguna. Debemos tener paciencia y compasión. Debemos perdonar, aprendiendo las lecciones del pasado sin permitirnos ser esclavizados por los recuerdos del odio. Abriendo nuestros corazones, debemos enterrar nuestras diferencias e intolerancias en favor de la causa de la comunidad mundial, practicando una cultura de solidaridad y cooperación.
Consideramos a la humanidad entera como nuestra familia. Debemos esforzarnos a ser amables y generosos. No debemos vivir solo para nosotros mismos, sino que debemos servir a otros, nunca olvidando a los niños, los envejecidos, los pobres, los que sufren, los incapacitados, los refugiados, y los aislados. Nadie debe ser considerado o tratado como ciudadano de segunda clase, o ser explotado de cualquier manera. Debe haber igualdad entre los hombres y las mujeres. No debemos cometer ningún tipo de inmoralidad sexual. Debemos abandonar todas las formas de la dominación o el abuso.
Nos comprometemos a una cultura sin violencia; al respeto, a la justicia, y la paz. No oprimiremos, heriremos, torturaremos, o mataremos a otros seres humanos, renunciando la violencia como medio para resolver nuestras diferencias.
Debemos luchar para alcanzar un orden social y económico que sea justo, en el cual todos tengan oportunidad igual de realizar sus plenos potenciales como seres humanos. Debemos hablar y actuar con honestidad y compasión, tratar a todos con justicia, y evitar el prejuicio y el odio. No debemos robar. Debemos alejarnos del dominio de la codicia por el poder, el prestigio, el dinero, y el consumo, para crear un mundo justo y pacífico.
Para crear un mundo mejor, hay primero que cambiar la conciencia de los seres humanos. Prometemos incrementar nuestra conciencia por medio de la disciplina mental, la meditación, la oración, o los pensamientos positivos. No pueden haber cambios fundamentales en nuestra situación si no tomamos el riesgo y nos disponemos a hacer los sacrificios necesarios. Por lo tanto, nos comprometemos a esta ética global, a entendernos unos con otros, y a vivir de una manera que beneficie a la sociedad, que promueva la paz, y que sea favorable a la naturaleza.
Invitamos a todas las personas, bien sean religiosas o no, a que hagan lo mismo".

Ésta es la "Declaración Ética Mundial", documento culminante del "Segundo Parlamento de las Religiones del Mundo" celebrado en Chicago, EE. UU. el año 1993. El borrador de esta Declaración (cuyo objetivo central es colaborar en la conquista de la Paz Mundial) fue esbozado por Hans Küng (en la imagen), uno de los mayores teólogos del Siglo XX; quien se desempeña como Presidente de la Fundación Ética Global en Alemania y Suiza. Fue consejero teológico del Concilio Vaticano II, nombrado por el papa Juan XXIII.
La Declaración es el resultado del trabajo mancomunado de cientos de delegados religiosos que se dieron cita en Chicago para construir un documento que abordara los problemas más graves de la vida, omitiendo las objeciones sobre las que los diferentes credos no concitaron puntos de vista comunes, como la declaración de igualdad de los sexos, la omisión expresa de Dios en el texto final, como así también en el empleo de determinados términos en su redacción. No obstante estas diferencias, el fecundo intercambio de pensamientos y el alto sentido de cooperación que mostraron las diversas religiones del Mundo, abrieron paso a un riquísimo diálogo interreligioso mundial.

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